Mi historia con un cordoma clival (tumor de base craneal) comenzó hace 13 años. Empecé a tener migrañas, que un neurólogo me dijo que probablemente estaban relacionadas con las hormonas: "a muchas mujeres les dan durante la menstruación". Le dije que no, que esto era algo nuevo. Las pastillas que me dio no funcionaron. Le pedí un escáner cerebral y me dijo que era una pérdida de tiempo. Le dije "es mi hora", así que pidió la prueba y dos semanas después me dijo que habían detectado un pequeño quiste.
Me dijo que probablemente no era nada, así que querían hacerme una RM con contraste, y que si crecía algo "brillaría". Me aseguró que nada va a brillar, ya que los quistes aparecen todo el tiempo en estas pruebas, e insistió en que es sólo un "desperdicio". Pasaron dos semanas más y me pidió disculpas. Le dije: "Brilla, ¿verdad?".
No podía creer que tuviera un tumor en el cerebro, siendo madre soltera con dos hijos de 13 y 7 años. Me entró el pánico, pero tenía que ser fuerte por ellos y mantener mi trabajo a tiempo completo. Recé y lloré mucho. Me dijeron que concertara una cita con un neurocirujano. Elegí al Dr. Carlos David de la Clínica Lahey de Burlington, MA, y procedimos a una resección total. Quería saber cómo lo había encontrado porque nunca había visto uno tan pequeño.
Me explicó que normalmente se encuentran cuando tienen el tamaño de una pelota de béisbol e interfieren con la visión y la audición. Le dije que insistía en que me hicieran pruebas. Me dijo que era algo bueno.
Me hicieron una resección transfenoidal (que básicamente significa que el tumor era lo bastante pequeño como para extirparlo a través de la cavidad sinusal), sin afeitarme la cabeza ni nada. Recibí radiación Gamma Knife por si quedaba alguna célula. Fue una época difícil y dolorosa para mí y mis hijos.
Tuve un apoyo maravilloso de mi familia y mis amigos. La entrenadora de animadoras de mi hija fue sencillamente la mejor. La recogía y la llevaba a casa para mantenerla ocupada, e incluso donó clases de gimnasia para ella. Me sentí realmente bendecida.
Me hicieron resonancias magnéticas dos veces al año durante los primeros años, y ahora cada dos o tres años. Acabo de ver a mi hija casarse y a mi hijo convertirse en un buen joven. Hace cinco años me casé con un hombre que es mi mejor amigo. La vida es buena.
Escucha siempre a tu yo interior. Si crees que algo va mal, no aceptes un no por respuesta, sólo tienes una vida, y es tu vida. Cuídate y sé tu propio defensor. Tu vida y tu familia dependen de ello. Pensé que era el final, pero sólo era el principio. Nunca pierdas la esperanza ni la fe. Dios hace milagros. Si estás pasando por esto, debes saber que no estás sola y que no hay esperanza. Que Dios te bendiga.
Cuéntenos su historia poco común
Contar la historia de su cordoma con sus propias palabras puede ayudar a otras personas de nuestra comunidad a sentirse más conectadas y preparadas para enfrentarse a lo que les pueda deparar el futuro. Le invitamos a compartir sus experiencias y puntos de vista con otras personas, que pueden beneficiarse de saber que no están solas.