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Ann

4/1/2025

El 1 de abril de 2022 me diagnosticaron un cordoma sacro a la edad de 53 años. Como deportista de toda la vida (el fútbol es mi deporte) y con un estilo de vida saludable, la noticia me afectó mucho. Mientras mi querido marido, Mike, se informaba a fondo sobre los datos médicos, los cirujanos y la Chordoma Foundation, yo empecé a entrenarme para la operación. Instintivamente, mi cuerpo sabía que me esperaba un duro viaje físico. También sabía que si iba a la operación lo más fuerte, en forma y mentalmente optimista posible, mejor sería la recuperación y el resultado general.

El 29 de junio y el 1 de julio de 2022 me sometí a una resección sacra masiva, además de la extirpación de tres nervios en la UCSF, con el increíble especialista en cordomas Dr. Christopher Ames "detrás del bisturí". Cuando desperté en la UCI, mi primer pensamiento consciente fue: "Me alegro de estar vivo". Tuve que permanecer en el hospital durante un mes hasta que se me curó la espalda y el intenso dolor nervioso remitió lo suficiente como para poder sentarme y, por fin, dar mis primeros pasos.

Una vez en casa, apareció la mentalidad de atleta que está alojada en lo más profundo de mi ADN. Pensé: "Tengo una lesión. Ahora toca rehabilitarse y luego volver a salir". Empecé caminando solamente, luego añadí mi querido bootcamp (lo llamamos Campamento Menopausia) con modificaciones, luego aeróbic acuático profundo dos veces a la semana, todo ello teniendo muy presente no excederme y NO romper los herrajes metálicos de la zona del sacro (este era uno de los mayores temores de mi cirujano). El verano siguiente, mi marido y yo nos trasladamos durante cuatro meses al Hospital Universitario de Loma Linda para recibir radioterapia de protones como medida preventiva para evitar que el cáncer reapareciera. El hospital nos regaló a mi marido y a mí un gimnasio de última generación. Durante ocho semanas, después de terminar el tratamiento a las 7 de la mañana, fui al gimnasio a caminar ocho kilómetros y a levantar pesas.

Hoy, exactamente tres años después del diagnóstico, sigo haciendo ejercicio cinco días a la semana. No he podido volver a jugar al fútbol y experimento molestias y dolores crónicos, pero gracias a mi mentalidad de atleta y, lo que probablemente sea aún más importante, al apoyo y el amor que he recibido de mi marido, mis dos hijas, mis padres, mis hermanos y mis amigos, estoy viva y puedo hacer casi todo lo que quiero. Estoy muy agradecida y espero seguir estándolo.

Mis conversaciones con Dani Pike, miembro del personal de la Chordoma Foundation y superviviente de un cordoma, han cambiado mi vida. Dani pasó por una experiencia de cordoma muy similar a la mía. Siempre es increíblemente positiva y me aporta las ideas más excelentes sobre cómo sobrellevar la situación y me pone en contacto con los recursos de la Fundación para el tratamiento del dolor, el seguro, etc. Ella y yo nos reunimos más o menos una vez al mes y espero con impaciencia nuestras conversaciones. También me está ayudando a implicarme más en la comunidad del cordoma en general y a encontrar formas de devolver algo a esta Fundación que nos ha ayudado a mí y a mi familia de mil maneras.

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