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Kaitlin Slepian

10/6/2021

Cuando Kaitlin Slepian estaba en su último año de instituto, tenía un deseo normal y corriente: asistir al baile de graduación. Pero unas circunstancias extraordinariamente difíciles se interpusieron en su camino: A Kaitlin le acababan de diagnosticar un cordoma y su tratamiento en el Hospital General de Massachusetts, lejos de su ciudad natal de Arizona, le impediría participar en el acontecimiento adolescente por excelencia.

"Recuerdo haber llorado en la consulta del médico, sintiendo tanta tristeza ante la idea de perderme el baile", cuenta Kaitlin. "Pensaba que mi tratamiento tenía que estar por encima de cualquiera de mis propios deseos". Pero una de las especialistas en vida infantil de Kaitlin -una profesión centrada en mejorar la calidad de vida de los jóvenes y sus familias que se enfrentan al cáncer o a otros problemas de salud- la ayudó a cambiar de perspectiva. "Escuchó mi dolor. Y me ayudó a defenderme por mí misma", dice Kaitlin. Con su especialista en vida infantil a su lado, Kaitlin y su padre preguntaron a sus médicos si podían satisfacer esta necesidad. La petición tuvo éxito: Kaitlin no sólo asistió al baile ese año, sino que fue coronada reina.

Ahora, cuatro años sin cáncer, Kaitlin recuerda a sus especialistas en vida infantil como uno de los miembros más útiles de su equipo de atención. "Aunque todo mi equipo sanitario fue maravilloso, fueron los especialistas en vida infantil en particular los que me ayudaron a sentirme como una persona completa. No están ahí para sacarte sangre o preguntarte qué has comido ese día. Están a tu lado para escucharte y comprenderte. Especialmente siendo adolescente, me ayudó mucho que alguien escuchara lo que yo sentía que me estaba perdiendo", dice.

(Lea más historias de adolescentes y jóvenes supervivientes de cordoma: Carlie, Dani, Kate, Alex, Julia y Emily)

Hoy, Kaitlin se encuentra de nuevo en Boston, alcanzando otro hito. Impulsada por su gratitud duradera hacia sus especialistas en vida infantil, ha comenzado un programa de máster para lanzar su propia carrera en ese campo. "Mi viaje con el cordoma me dio un sentido del deber. Quiero devolver parte del apoyo emocional que recibí y que había sido tan beneficioso", dice.

Kaitlin confía en que su experiencia como paciente de cordoma le ayudará a conectar con los pacientes y las familias a las que atienda en el futuro. "Saber lo que es enfrentarse a un diagnóstico de cáncer aporta una perspectiva única. Siento una atracción hacia el trabajo con niños enfermos, y me siento bien por haber elegido una carrera con un propósito tan fuerte."

También espera transmitir algunas de las técnicas de afrontamiento que ha aprendido en los años transcurridos desde su diagnóstico. Una de sus herramientas favoritas para aliviar el estrés es un ejercicio de visualización: "Me voy a Hawai en mi mente e intento sumergir mis cinco sentidos, como imaginar una brisa cálida y el sonido de mis hermanas riendo cerca. Me ayuda cuando aparecen los recuerdos traumáticos y las dudas sobre el futuro", dice.

Kaitlin también atribuye a su terapeuta el mérito de haberla ayudado a superar la transición de paciente a superviviente. "La terapia ha sido monumental", dice. "Tenía mucha rabia, mucho 'por qué a mí'. Sólo quería mirar hacia delante, hacia el día en que el cáncer ya no controlara mi vida". Señala la idea errónea de que "cuando terminas el tratamiento contra el cáncer, se acabó, y vuelves a la vida cotidiana. Pero para mí, los primeros años de supervivencia fueron más difíciles que los propios tratamientos", afirma. "Tuve que reconstruir muchas cosas".

Kaitlin también tiene muchos buenos recuerdos de ese periodo de su vida. "Cuando pienso en ello, lo que más me impresiona es la gente que me apoyó, sobre todo mis padres, que cumplieron su papel de cuidadores de una forma increíble".

Y al final, dice, "siento que todo me sucedió por una razón, y me llevó a donde estoy hoy. Mis experiencias me han marcado para siempre, y me entusiasma utilizarlas para ayudar a otras personas."

Cuéntenos su historia poco común

Contar la historia de su cordoma con sus propias palabras puede ayudar a otras personas de nuestra comunidad a sentirse más conectadas y preparadas para enfrentarse a lo que les pueda deparar el futuro. Le invitamos a compartir sus experiencias y puntos de vista con otras personas, que pueden beneficiarse de saber que no están solas.

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