Antes de que a Chuck Mainey le diagnosticaran cordoma en 1999, él y su familia -como muchos otros afectados- no habían oído hablar de él. Por aquel entonces, los tratamientos eran aún más limitados y no existía un recurso de ayuda como la Fundación del Cordoma. Durante los 15 años siguientes, Chuck luchó contra la enfermedad sin dejar de practicar su pasión por el baloncesto. Aunque la ciencia del cordoma avanzó significativamente durante este tiempo, el tumor de Chuck finalmente superó el progreso de la investigación y perdió su lucha en 2014, rodeado de sus seres queridos. Como parte del legado de Chuck, los Mainey se han dedicado a ayudar a abrir el camino hacia mejores tratamientos y cuidados para todos los afectados, reconociendo el potencial de nuevas terapias durante su vida.