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Richard Goldberg

2/5/2023

Si hay un consejo que esperamos que llegue a oídos de los pacientes recién diagnosticados de cordoma, es encontrar un equipo médico con gran experiencia en esta enfermedad. Para el superviviente Richard Goldberg, esto supuso una gran diferencia.

"El equipo médico que trataría mi cordoma fue la decisión más importante que tomé cuando comencé este viaje", dice Richard, a quien le diagnosticaron cordoma lumbar en 2020. "No era el momento de alzar las manos y decir: 'He visto a un médico y es el indicado'. Eso habría sido un grave error".

Richard, un agente inmobiliario de unos 70 años, había estado experimentando dolor de espalda y también notó algunos bultos en esa zona. Se los hizo examinar su médico, al que había acudido con regularidad desde que fue tratado de un linfoma hace varias décadas. El médico de Richard dijo que los bultos eran lipomas inofensivos, pero por desgracia el escáner también reveló una lesión en la región L1 de su columna vertebral, que más tarde se confirmó como cordoma mediante biopsia.

Tras el diagnóstico de cordoma, Richard acudió a varios centros antes de ponerse en contacto con el Dr. Daniel Scuibba, neurocirujano que entonces trabajaba en Johns Hopkins Medicine (ahora en Northwell Health). "Cuando hablé con el Dr. Scuibba, congeniamos", dice Richard. Además de estar impresionado por la dilatada experiencia del Dr. Scuibba en el tratamiento del cordoma, Richard sintió una fuerte conexión con él gracias a su trato con el paciente -o, en este caso, con la pantalla, ya que se reunieron por teleconferencia debido a la pandemia-. Los dos estrecharon lazos por su historia como deportistas: "El Dr. Scuibba era luchador, y eso requiere tenacidad. No se rinden fácilmente", dice Richard. "Me gusta esa actitud".

Poco después, la operación para extirpar el cordoma transcurrió sin problemas. Pero las primeras etapas de la recuperación fueron físicamente difíciles y solitarias; no se permitían visitas en el hospital según los protocolos de COVID-19. Richard recuerda un momento brillante durante su estancia en el hospital cuando, el Día del Padre, su hijo grabó un vídeo con muchos de los seres queridos de Richard deseándole lo mejor.

Un año después, Richard se encuentra bien y es capaz de hacer frente a la mayoría de sus responsabilidades habituales, como caminar mucho y subir escaleras, como exige su profesión. También disfruta pasando tiempo con sus nietos siempre que puede, y espera poder volver a jugar al golf a medida que avance su recuperación.

A pesar de haber padecido dos cánceres distintos con 30 años de diferencia, la actitud positiva de Richard ha perdurado. "Si soy un gato, me quemo la vida. Pero intento no pensar en los malos resultados que podrían haber ocurrido. La suerte quiso que acabara siendo buena". Su diagnóstico de linfoma en la época anterior a Internet, en los años 90, le ha hecho estar especialmente agradecido por la gran cantidad de información de que disponen ahora los enfermos de cáncer. "Incluso en el caso del cordoma, que es muy poco común, hay mucha ayuda disponible. Fue estupendo entrar en Internet para acceder a los recursos de la Fundación y escuchar las historias de otros pacientes", afirma.

Reflexionando sobre su viaje por el cordoma, lo que sigue llamando la atención de Richard es la importancia de tomarse su tiempo para elegir un equipo asistencial que viaje a su lado. "Tienes que decidir qué camino quieres seguir. Si hay algo que es de vital importancia, es empoderarte a ti mismo", afirma. "Yo creo en empoderarme a mí mismo".

Cuéntenos su historia poco común

Contar la historia de su cordoma con sus propias palabras puede ayudar a otras personas de nuestra comunidad a sentirse más conectadas y preparadas para enfrentarse a lo que les pueda deparar el futuro. Le invitamos a compartir sus experiencias y puntos de vista con otras personas, que pueden beneficiarse de saber que no están solas.

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